En general se distinguen los temas relacionados con la edad según una valoración objetiva (años), una de "apariencia" y otra "interior". En realidad, todas estas posturas coinciden en asignarle a la edad un lugar preponderante (por tener, parecer o sentir). Cuestiono la validez del valor de la edad para medir tanto apariencia como emociones. Sólo creo que tiene un valor objetivo, pero para menos cosas que las que se supone. La edad objetiva tiene validez jurídica en muchas situaciones y es un parámetro para cuestiones relacionadas con las etapas de la vida, particularmente con la niñez y la adolescencia y con cuestiones biológicas.
En relación a la apariencia, lo bello, lo agradable, lo armónico, es independiente de las variables cronológicas, esas cualidades son en si mismas. En relación a lo emocional, la alegría, la vitalidad, el optimismo, o sus contracaras tampoco necesitan de la edad para darles algún sentido.
Algunas distorsiones, a veces graves, se producen cuando se toma la edad como variable principal. Por ejemplo cuando se supone que una persona mayor ya no merecería cuidados médicos esmerados, o cuando se limita laboralmente a alguien, etc. Es decir, que la edad lleva muchas veces a la discriminación.
En mi opinión tenemos que dejar de preocuparnos por la edad y sus variables y ocuparnos más de aquellos atributos que se suelen relacionar con ella y pueden ser incrementados, cuidados o desarrollados por nosotros mismos. Contra la objetividad del tiempo nada puede hacerse, con su subjetividad (su utilización) mucho. Vivir, de la mejor manera posible, con lo que nos es dado en acto y en potencia, es el desafío.