Pensar bien de los otros puede en ocasiones ser ingenuo y pagarse costos por ello. Parece bastante peor, sin embargo, pensar mal, descalificar, agraviar, pese a ser bastante más fácil. Cabe preguntarse en uno mismo qué es lo que hacemos al respecto, o lo que tendemos a hacer. La dureza con que solemos juzgar lo que no conocemos raras veces la aplicamos con nosotros mismos. Aunque a veces, la ecuación se invierta y seamos nuestros más implacables jueces. Antes tantos posibles errores, lograr una actitud más humilde, tal vez sea lo más sabio. Y el ejercicio correspondiente de autocontrol seguramente nos ayudará a ser más libres.
LA CRUZ
Hace 1 día