sábado, 27 de junio de 2009

Qué fuerte suena el silencio!

Qué fuerte suena el silencio! Qué bueno sería aprender a escucharlo! En la naturaleza y en nuestras mentes. Suspenderlo sólo transitoriamente cuando valga la pena. Los sonidos ambientales sólo pueden descubrirse y entenderse en el contraste del silencio. El que lo quiera oír...

2 comentarios:

oikos-pobierzym dijo...

Cuánta verdad en lo que decís!

Recuerdo haber leído, ya hace tiempo, un texto que se denomina: "El mundo del silencio", no me acuerdo del autor, pero sí del contenido.

Reencontrase con el silencio. Es todo un aprendizaje. La gente (la mayoría) suele rehuir del mismo.

Escuchar el "silencio" que proviene de la naturaleza, es aceptar la propia finitud para reencontrarse con los ecos que provienen de lo sagrado.

Un abrazo!

R.P.

Anónimo dijo...

Un poema sobre el silencio y alguna reflexión.


Leo un poema sobre el silencio, corresponde a una buena amiga mía; alguien que cuando usa la palabra no la usa en vano, alguien que suele decir lo justo en el momento apropiado.

Y ahora escribe un poema sobre el silencio, que me hace pensar en lo difícil que es encontrar gente que sepa estarlo. En silencio, quiero decir.


Vivimos, o a mí me lo parece, en medio del ruido, del alboroto, de las palabras expectoradas por así decirlo. Usamos miles de palabras para analizar, ponderar, enjuiciar, contrastar, protestar, asentir, disentir, difuminar o emporcar; todo eso y a la vez muchas veces.

Pero no sabemos vivir en silencio. No sabemos callarnos a tiempo, no sabemos que para decir una estupidez es mejor cerrar la boca; porque nunca pensamos que lo que decimos puede ser una estupidez, una tontería o un disparo equivocado a alguien que no lo merece.

Así que lanzamos las palabras, juzgamos, nos hacemos cómplices (de nada o de nadie, porque el otro habitualmente no necesita esa complicidad, solo necesita que se le deje ser libre y punto) o disentimos, a voces, a gritos, a cataratas de palabras.

No sabemos – y me temo que mi amiga lo echa tanto como yo de menos- estar callados. Estar callados para escuchar al otro- no para “oírle”-, para escuchar profundamente lo que el otro expresa, y simplemente quedar en eso, en escuchar. No; valga que escuchemos, que hagamos el esfuerzo, para inmediatamente lanzar como venablo en saeta nuestra opinión, reflexión, diatriba; que no se nos pide, que no se contó con ella.

Mi amiga afirma que el silencio la hace sentir transparente; sí; quien habita, los que habitamos a menudo en el silencio, sabemos de esa particular forma de estar, de esa diafanidad del silencio, de la falta de necesidad de llenarlo.

El silencio es transparencia, pero no solo eso; es sensibilidad, porque cuando es consciente incluye que se sabe que hay veces que no debe romperse.

Y cuantas veces escuchamos, leemos palabras, lanzadas al desgaire, solo para romper nuestro silencio; provocando el espacio interior, queriendo invadir nuestra intimidad; palabras enviadas por ver si dan en el blanco.

Pero el blanco que es el silencio para seguir haciendo del instante transparencia no debe interrumpirse.