Los medios de comunicación han contribuido al conocimiento popular de numerosos trastornos psíquicos. Sin embargo, en ocasiones, la profusión de información ha llevado a algunos equívocos, por ejemplo, al sobrediagnóstico popular, y a veces profesional de ciertos trastornos como “pánico”, “estrés” o “bipolaridad” entre otros. Asimismo muchos nombres se refieren a lo mismo o se supone la aparición de nuevas patologías asociadas a los tiempos modernos. Estos conceptos deben manejarse con mucho cuidado para el conocimiento popular sea útil y no contraproducente. Por ello, el diagnóstico siempre debe estar en manos de profesionales idóneos en la materia.
A modo de ejemplo diremos que el estrés es una reacción física normal que se produce cuando la persona evalúa que los estímulos a los que está expuesto superan su capacidad de respuesta. Este mecanismo normal, se transforma en patológico cuando es muy intenso o prolongado llevando a un desgaste general del organismo que deriva en numerosas complicaciones clínicas (hipertensión arterial, cefaleas, molestias digestivas), psíquicas (ansiedad, depresión, ira) y sociales (conflictos laborales o interpersonales). Por lo tanto el estrés es antiguo como el hombre mismo aunque los estímulos a los que el ser humano se expone sean tan variados como la posibilidad de ser atacado por un animal o que quiebre el sistema financiero internacional.
Otro de los trastornos de moda es el pánico aunque existe con diferentes nombres desde mucho antes de su aparición oficial en 1980. Es un modo de respuesta al estrés, caracterizada por un miedo muy intenso y aparentemente inmotivado acompañado de numerosos síntomas físicos de ansiedad (taquicardia, temblor, sudoración, etc.) de ciertos organismos predispuestos a ello. La raíz de estas patologías está en la naturaleza humana y aunque cambien sus formas de expresión existen desde siempre. La buena información contribuye a su prevención y eventual diagnóstico precoz, base fundamental para un adecuado tratamiento.