Las situaciones que vivimos pueden ser valoradas como amenazantes, desafiantes o bien como irrelevantes. Lo conveniente es que la persona pueda hacer una valoración lo más objetiva posible y en función de ello actúe. El ritmo vertiginoso de nuestra sociedad nos suele llevar a un exceso de estímulos que distorsionan la manera de tomar las cosas y en consecuencia a tomar decisiones que no nos favorezcan.
En primer lugar debemos recordar que lo funcional es entender la mayoría de los estímulos como irrelevante, pensemos lo que ocurriría si nos detuviéramos en cada sonido del ambiente, cada mirada, cada sensación de nuestro cuerpo, por citar algunos estímulos entre miles. Simplemente si todo fuera importante, nada lo sería y agotaríamos nuestros recursos rápidamente sin poder aplicarlos a las otras dos posibilidades, es decir, a movilizarnos hacia nuestros desafíos o a encontrar la manera de responder a nuestras amenazas.
La enorme variedad e intensidad de estímulos puede, por lo tanto, alejarnos de lo importante y diluirnos en lo intrascendente. A su vez el acostumbramiento hacia esos estímulos puede hacer que perdamos la sensibilidad, es decir, que todo nos parezca igual y nada nos sorprenda. Algo así como una anestesia emocional.
Un poco de reflexión puede servirnos para que veamos a qué realmente queremos darle importancia y a qué deberíamos sacarle “cooperación”. El primer paso es limitar la información, a menudo tóxica, de los medios de comunicación masiva. En segundo, hacernos dueños de nuestro tiempo y desde allí, de nuestra vida. Las prioridades deben ser fijadas activamente por cada uno de nosotros siempre que sea posible. Es decir debemos tomar el control de nuestro propio timón.
Deshechado lo irrelevante nos enfrentamos a las amenazas y a los desafíos. Por ahora digamos que dentro de un enfoque realista, el poder considerar la mayoría de los estímulos como desafiantes más que como amenazantes nos hace el camino mucho más grato y motivado. Es mejor ir hacia nuestros desafíos que huir de nuestras amenazas. Las pausas, los recreos, la reflexión, nos facilitan el camino hacia nuestros objetivos y a la vez nos permiten “estar ahí” disfrutando del tiempo presente mientras miramos con serenidad y confianza nuestro futuro. JMB
lunes, 17 de agosto de 2009
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